sábado, 2 de noviembre de 2013

Zamponias y quenas sonando: Tilcara




Entrando por una de las callecitas tilcareñas, subimos la quebrada para llegar a la cascada en la Garganta del diablo: sí, por supuesto que aquí también el diablo tiene su historia pero todavía no la conozco, aunque quién sabe si pronto no estaré compartiendo su historia en Carnaval...
Tremendamente difícil fue para mí cada paso que di en la quebrada, con César arrastrándome centímetro a centímetro (y no exagero) porque todo lo que yo quería en ese momento era quedarme y que el tiempo me encontrara allí, sentada sobre las piedras bajo el sol envuelta en el ulular del viento. Cada metro pedregoso me obligaba a agacharme y parar y respirar y entonces para ganar fuerzas aprovechaba a espiar sobre mi espalda y sorprenderme infinitamente con los cerros distantes encendidos como fuego con la luz del sol, el verde pálido de la puna alfombrando la quebrada con sus cardones añosos y sabios, las huellas incontables de tantos pies que pasaron antes de mí por esos caminos escondidos, la tierra y el aire unidos para dar vida a uno de los paisajes argentinos más hermosos... ¡Qué linda sos, Tilcara!

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